Comenzando el despertar busca compartir y poner en práctica las técnicas que nos han entregado los grandes guias de la humanidad y que nos conducen al despertar, como son: Auto-observacion, Recuerdo de si, Vivir el instante, Clave sol, La NO Identificación...
E L C R I S T O Como es sabido de todos los estudiosos del Evangelio Crístico, El
CRISTO es una fuerza que se desprende como parte de esas tres fuerzas extraordinarias de la Creación, a través de sus diferentes desdoblamientos, procesándose así la Vida que existe en las diferentes dimensiones de la Naturaleza y del Cosmos, que llega hasta este mundo tridimensional dando ese impulso a todas las innumerables creaciones de plantas, animales y humanos.
Él es el que palpita en los átomos, en las moléculas, en las células de toda criatura que tiene Vida. En nosotros los humanos se desarrolla en tres aspectos diferentes de acuerdo a la actitud que nosotros tengamos en nuestra forma de vivir: - El primer aspecto es la Vida celular Orgánica. - El segundo aspecto es la Vida en la Reproducción. - Y el tercer aspecto es la que producimos a través de la revolución de la Conciencia, produciendo así un sabio aprovechamiento de nuestras energías vitales para nuestro nacimiento Espiritual; en este proceso interno, emocional y psicológico, se integran la Sabiduría del PADRE, la Fuerza del ESPÍRITU SANTO y el Amor del CRISTO, para poner en actividad todas nuestras capacidades físicas e internas y poder cristalizar así lo que llamamos el Nacimiento Segundo.
Es importante que cada estudiante del Esoterismo Crístico comprendamos que una cosa es la creación del humano por una ley natural, otra cosa es la creación del Hombre Auténtico por una Revolución Consciente y otra cosa es la creación del Hombre Espiritual por una acción del Hombre Solar en un trabajo mancomunado con el Ser.
Necesitamos que en estos momentos que se ha presentado el Regreso del MESIAS, tengamos una actitud conciliadora de cada uno de nosotros con el Mensaje, con la Doctrina y con el CRISTO para que así realicemos en forma individual y conjunta la Obra que nos corresponde hacer, para poder marchar hacia esa Tierra Prometida en la cual El CRISTO y el Pueblo establecerán una nueva progenie, cumpliéndose así lo que está escrito en las Sagradas Escrituras: " Que en los tiempos del fin vendrá de nuevo en busca de aquellos hombres, de aquellas mujeres que hayan visto y hayan comprendido que su Doctrina predicada a través del tiempo es la que tiene el poder de producir en cada uno de nosotros una metamorfosis que nos permita seguir viviendo después de la muerte ". Cada ser humano posee un Aura y una atmósfera las cuales son las
que permiten o impiden que esa Fuerza maravillosa del CRISTO se pose en esa persona, o de lo contrario impida que en esa persona exista. La persona maldiciente, iracunda, envidiosa, codiciosa, llena de odio, de celos, de resentimientos, de miedos, de inseguridad, de temores, etc. tiene su Aura demasiado densa, negativa y por esta razón no puede recibir los efluvios que vienen del Aura universal del CRISTO.
La persona fornicaria, llena de pasiones, de lascivia, es una persona que tiene su Aura demasiado densa, pesada, negativa que tampoco permite que desde su parte interior se pueda expresar ni el CRISTO ni el ESPIRITU.
Estas razones son mas que suficientes para que cada uno de nosotros comprendamos que así no podemos tener el encuentro con nuestro MESIAS Interior, por lo tanto debemos realizar desde ya un cambio objetivo que nos permita mejorar nuestra Aura y nuestra atmósfera, para que el CRISTO SOL externo y el CRISTO SOL interno puedan fecundar el Embrión Aureo de cada uno de nosotros y emprender el viaje hacia el encuentro con nuestro Ser Interno. V.M. Lakhsmi
“Deseamos ser felices aun cuando vivimos de tal modo que hacemos imposible
la felicidad” (san Agustín) Imagínese que está al volante de su coche, conduciendo tranquilamente por
una calle de un solo carril. De pronto se forma una inesperada caravana. Aunque
usted no puede verlo, parece que un camión se ha detenido unos cuantos metros
más adelante para realizar una descarga. Pasan los segundos y usted sigue sin
poder avanzar. Poco a poco empieza a ponerse nervioso. Echa un vistazo a su
reloj y suelta un tedioso resoplido. Al poco rato comienzan a sonar los primeros bocinazos. En medio de aquel
insoportable ruido, finalmente pierde la “paciencia” y, harto de esperar, se
suma a la protesta y toca varias veces el claxon con rabia. Al cabo de un rato
retoma la marcha, impotente y molesto por lo sucedido. Puede que usted no sea
consciente, pero las emociones negativas que ha creado mientras apretaba el
claxon con fuerza le van a acompañar el resto del día. ¿Y todo ello para qué? ¿Acaso su
impaciencia le ha servido para acelerar la descarga realizada por el camión?
¿Realmente cree que el conductor ha tardado más de lo necesario aposta sólo
para fastidiarle? Lo paradójico es que la impaciencia sólo le ha
perjudicado a usted.
A simple vistacualquier persona puede ver el hombre
impaciente que es usted, el hombre violento, nervioso, mal hablado y rabioso porque es lo que se percibe por mis reacciones. Ante
ese evento de la vida las personas reaccionan de diferentes modos. Algunos quizás
se dispondrán en un momentos dado a realizar un ejercicio de Auto-observación y descubrirán esas reacciones,
esas debilidades, quizás trabaje sobre su violencia, sobre su impaciencia,
sobre su manera de hablar y comportarse porque es lo que se percibe, es lo que
se ve, lo que descubro en la Auto-observación, pero algunas vez se nos ha
ocurrido preguntarnos ¿quién es el que
se impacienta, quien es el que se enoja, quien es el que reacciona de manera
violenta dentro de nosotros? Por supuesto que es el EGO, pero ¿Cuál EGO?, ¿Cuál
es el ego que se viste con el ropaje de la impaciencia, de la violencia?
LA RAÍZ DE
LA IMPACIENCIA “Lo que causa tensión es estar ‘aquí’ queriendo estar ‘allí’, o
estar en el presente queriendo estar en el futuro” (Eckhart Tolle) Saber esperar resulta todo un arte. Y no sólo en los momentos de tristeza, por ejemplo,
en el dolor, el sufrimiento, la enfermedad o la tragedia. También en los
momentos de máxima alegría es difícil saber esperar. De hecho, siempre surge la
impaciencia ante esa primera cita con esa persona que te gusta tanto. La
impaciencia muestra la prisa porque llegue un momento determinado. En algunas
ocasiones, por ganas de que ese momento pase pronto, por ejemplo, cuando una
persona tiene que someterse a una operación quirúrgica.
Pero entonces, ¿por qué lo hacemos? ¿Por qué somos impacientes? Aunque parezca
mentira, ninguno de nosotros elige tomar esta actitud cuando la vida no se
ajusta a nuestros planes. Por el
contrario, la impaciencia surge mecánica y reactivamente de nuestro interior
cuando vivimos de forma inconsciente. Se trata de un efecto, un síntoma, un resultado negativo que pone de manifiesto
que la mirada que estamos adoptando frente a nuestras circunstancias es
errónea. Si volvemos al ejemplo del atasco de tráfico anterior -que puede
ser extrapolado a cualquier otra situación cotidiana-, nos damos cuenta de que
nuestro malestar surge al poner el foco de nuestra atención en el denominado “círculo
de preocupación” (Circulo de los eventos). Es decir, en todo aquello que no depende de nosotros, como que el conductor
del camión realice la descarga más rápidamente. Y al no poder hacer nada al
respecto, nos invade la impotencia, y con ésta, el agobio, el enfado y la
lamentación. Sin embargo, el camión tiene todo el derecho de pararse y realizar
la descarga, de igual manera que nosotros también detenemos nuestro coche a
veces, haciendo demorar a otros conductores. Si nuestro día a día no es más que
un continuo proceso repleto de otros necesarios para que todos podamos
completar nuestras actividades personales y profesionales, ¿dónde está el problema? ¿Por qué
es tan difícil adaptarse a lo que sucede?
EL ARTE DE
VIVIR DESPIERTO “Si no hallas satisfacción en ti mismo, la buscas en vano en
otra parte” (François de la Rochefoucauld) La respuesta se encuentra dentro de nosotros
mismos. Cada vez que nos sentimos impacientes, ocasionándonos a nosotros mismos
un cierto malestar, significa que
estamos interpretando los acontecimientos externos en base a una creencia
limitadora: que nuestra felicidad no se encuentra en este preciso momento,
sino en otro que está a punto de llegar. O, dicho de otra manera: como creemos
que no podemos estar a gusto en medio de un atasco, deseamos que éste termine
de inmediato para poder llegar a nuestro destino, donde sí podremos gozar de
nuestro bienestar.
Sin embargo, funcionar según esta falsa creencia revela una verdad
incómoda, que suele costarnos bastante aceptar:
la impaciencia suele ser un indicador de que no estamos a gusto con nosotros
mismos. Porque si lo estuviéramos realmente, no tendríamos ninguna prisa en
que el camión (o cualquier otra persona, cosa o situación) avanzara a una
velocidad mayor de la que lo está haciendo. Ni siquiera aparecería la prisa,
pues ya sabríamos de antemano que no sirve para acelerar el ritmo de lo que nos
sucede.
Lo cierto es que sólo a partir de un estable bienestar interno podemos
empezar a relacionarnos con nuestras circunstancias de una manera más
consciente, pudiendo tomar la actitud y la conducta más convenientes en cada
momento. A esta capacidad, los venerables maestros la llaman “vivir despierto”.
Al darnos cuenta de que no podemos cambiar lo que nos sucede, sí podemos
modificar nuestra actitud, centrándonos en el denominado “círculo de
influencia”. En el caso del atasco, implicaría respirar profundamente, recuerdo de
si, la NO identificación, pensar en positivo y otras acciones que dependieran
por completo de nosotros.
De esta forma nos ahorraríamos la desagradable compañía de la impaciencia,
un huésped que de tanto visitarnos termina por instalarse indefinidamente en
nuestro interior. Eso sí, para adoptar esta actitud más constructiva es
necesario que nos recordemos de vez en cuando que todos los procesos que
conforman nuestra vida tienen su función y su tempo. De ahí que, por más que
intentemos acelerarnos, siempre terminaremos chocando una y otra vez con esta
inmutable verdad, causándonos por el camino la experiencia del malestar. LA FILOSOFÍA
DEL ‘AQUÍ Y AHORA’ “Bendito regalo es este al que llaman presente” (Sebastian
Skira)
Más allá de comprender que todos los procesos que forman parte de nuestra
existencia tienen su propio ritmo, despedirse de la impaciencia también implica
descubrir que lo que necesitamos para ser felices ya se encuentra en este
preciso instante y en este preciso lugar. De hecho, es imposible hallarla en
ningún otro momento ni en ninguna otra parte. Aunque se ha repetido hasta la
saciedad, los seres humanos tenemos un
peculiar rasgo en común: tendemos a olvidar lo que necesitamos recordar y a ser
víctimas y esclavos de esta negligencia. Así, el pasado es un recuerdo y el futuro es pura imaginación. Lo único que
existe de verdad es el presente, que es el espacio y el tiempo donde podemos
recuperar el contacto con nuestro bienestar interno. Aunque no nos lo parezca,
ahora mismo todo está bien. Todo está en su sitio, tal y como tiene que ser. El
problema lo crea nuestra mente cuando no acepta lo que hay, tratando de cambiar
lo externo, que no depende de nosotros, y posponiendo nuestra propia
transformación, que sí está a nuestro alcance.
Algunos guías especializados en desarrollo personal proponen que la próxima
vez que nos invada la impaciencia nos preguntemos: “¿Qué es lo que no estoy
aceptando? ¿Qué le falta a este momento? ¿De qué manera lo que está sucediendo
me impide ser feliz? ¿Qué prisa tengo? ¿Qué voy a hacer luego?”. Al
analizar las respuestas, concluimos que desear que llegue un futuro imaginario
suele ser una consecuencia de no estar en paz con nosotros mismos en el
presente. Aprendemos a fluir cuando comprendemos que la realidad siempre es
aquí y el momento siempre es ahora.
Vivir el momento Cuenta una historia que el sabio Confucio animó a uno de
sus discípulos a caminar por un bosque. Mientras el maestro paseaba
distraídamente, silbando y observando los árboles y los pájaros con los que iba
cruzándose por el camino, su acompañante parecía nervioso e inquieto. No tenía
ni idea de adónde se dirigían. Harto de esperar, finalmente el discípulo rompió
su silencio y le preguntó: “¿Adónde vamos?”. Y Confucio, con una amable sonrisa
en su rostro, le contestó: “Ya estamos”.
Muchos de nosotros hemos aprendido que hay cosas que se pueden lograr y
alcanzar si nos esforzamos, trabajamos duro y anhelamos lo que queremos. También
hemos aprendido que si se cree firmemente en lo que se desea, unido a ese
esfuerzo se puede lograr. ¿ Que sucede cuando de momento un evento inesperado
toca tu vida?. Podríamos mencionar eventos como la pérdida de un hijo en un
accidente desastroso, pérdida de empleo, un divorcio, separación, un
desastre natural como fuego, inundaciones, terremoto o tornado.
También los
malos entendidos con personas que terminan en enemistades porque estos no
desean clarificar los mismos. Nos damos cuenta de que la realidad es diferente
a lo que queremos lograr, encontramos tropiezos en el camino y nos
sentimos impotentes ante esa realidad.
A simple vistacualquier persona puede ver el hombre
impaciente que es usted, el hombre violento, nervioso, mal hablado y rabioso porque es lo que se percibe por mis reacciones. Ante
ese evento de la vida las personas reaccionan de diferentes modos. Algunos quizás
se dispondrán en un momentos dado a realizar un ejercicio de Auto-observación y descubrirán esas reacciones,
esas debilidades, quizás trabaje sobre su violencia, sobre su impaciencia,
sobre su manera de hablar y comportarse porque es lo que se percibe, es lo que
se ve, lo que descubro en la Auto-observación, pero algunas vez se nos ha
ocurrido preguntarnos ¿quién es el que
se impacienta, quien es el que se enoja, quien es el que reacciona de manera
violenta dentro de nosotros? Por supuesto que es el EGO, pero ¿Cuál EGO?, ¿Cuál
es el ego que se viste con el ropaje de la impaciencia, de la violencia? La
Intolerancia, nos
impacientamos porque no toleramos a los demás, las actitudes de los demás, pero
lo peor es que todo aquello que no tolero, los llevo dentro en lo más profundo
de nuestro mundo psicológico.
Es entonces que entendemos que somos solamente seres humanos con poderes limitados.
Por mucho que nos hubiésemos esforzado para evitar la muerte de un hijo, la pérdida
del empleo, un divorcio o cualquier otra contrariedad quizás no evitaríamos
que ocurriera. Los desastres nos hacen sentir y reconocer cuan vulnerables somos ante tantos
eventos y fuerzas invisibles. De momento el mundo se convierte en un lugar
inseguro para vivir. Nos damos cuenta también que el mundo no gira a nuestro
alrededor.
Amigo y amiga el secreto contra el sentimiento de impotencia estriba
en poder reconocer que nuestro valor no descansa en lo que podamos hacer o
alcanzar; sino más bien en el poder y el amor ilimitado de nuestro Dios. Dios
siempre tiene el control. Aun cuando nos sintamos impotente ante las
circunstancias que enfrentamos, El siempre tiene el control. “El dijo: No
te desamparare, ni te dejare; de manera que podemos decir confiadamente:
El Señor es mi ayudador; no temere lo que me pueda hacer el hombre”
(Hebreos13:5-6)
Sabemos que Dios cumple siempre sus promesas. El ya ha prometido
estar con nosotros cada paso de nuestra vida aqui en la tierra. Al leer en la
Biblia “No te desamparare, ni te dejare” Consecuentemente, podemos
declarar con gran confianza “El Señor es mi ayudador; no temere lo
que me pueda hacer el hombre”.