Ante
todo, es necesario llegar uno a conocer su propio Ser, pero conocerlo desde el
punto de vista exclusivamente objetivo. Sería imposible poder conocer a nuestro
propio Ser interno desde un punto de vista subjetivo, y eso es obvio.
En
Psicología oficial, consideran que "subjetivo" es lo positivo, lo
claro, lo real, y que "objetivo" es lo secundario. Están equivocados
los psicólogos, porque "objetivo" es, en Psicología real,
revolucionaria, lo espiritual, lo real, lo verdadero, y "subjetivo"
lo incoherente, lo vago, lo impreciso, lo material. Debemos tener pues, en
cuenta, estos factores.
Cuando
digo que "necesitamos conocer al Ser en forma completamente
objetiva", estoy afirmando una gran verdad, y hay que aprehender eso que
estoy afirmando.
Nuestro
Ser, en el mundo de las doce leyes, está condicionado por las mismas y es representado
por el Sol (es el mundo de doce leyes). También está condicionado por el mundo
de las veinticuatro leyes (es el mundo planetario, el sistema solar), o está
condicionado por un mundo de cuarenta y ocho leyes (es el mundo físico) y en la
forma más densa, está condicionado por el mundo de las noventa y seis leyes. De
manera que nosotros necesitamos conocer al Ser, no solamente en el mundo de
las doce leyes, o de las veinticuatro, sino en todos los mundos, y esto
requiere muchos esfuerzos; no esfuerzos, dijéramos, indirectos, sino directos,
centrales.
Nosotros
necesitamos, en verdad, autoconocernos ("Hombre, conócete a ti mismo y conocerás
al universo y a los Dioses"), porque sólo conociéndonos a sí mismos,
podemos trabajar directamente sobre sí mismos. Si no nos conocemos a sí
mismos, ¿cómo trabajaríamos sobre sí mismos? ¡Imposible!, ¿verdad? Porque lo
que estamos buscando es un cambio, una transformación radical, y esto solamente
es posible autoexplorándonos, porque así podremos trabajar (directamente)
sobre nosotros mismos.
Cuando
hablo de "trabajar sobre nosotros mismos", debe saberse entender.
Podríamos convertirnos en imitadores de alguien, pero en este caso no
trabajaríamos en forma central, no serían esfuerzos centrales los que haríamos
sino unilaterales. Podríamos imitar al jefe de familia, o a la jefa, o a algún
instructor, pero entonces ese no sería un esfuerzo central, directo.
Krishnamurti
dice, por ejemplo: "Yo no quiero secuaces ni seguidores, sino tan sólo
imitadores de mi ejemplo". Me parece esto demasiado egoísta, pues si
alguien se convierte en imitador de Krishnamurti, ya no está haciendo un
esfuerzo central; no, ya es un trabajo de imitación, pero el trabajo de
imitación no es un trabajo en sí mismo, sobre sí mismo, directamente. No, lo
está haciendo desde un ángulo, lo está haciendo en forma unilateral; no es un
trabajo central, no es un esfuerzo central.
Yo no
les digo a ustedes que me imiten, yo tengo, hacia ustedes, un esfuerzo central;
yo les digo a ustedes que hagan un esfuerzo central y una serie de super
esfuerzos centrales, que trabajen sobre sí mismos, directamente. Sólo así es
posible producir un cambio dentro de nosotros mismos.
Pero,
obviamente, cuando uno trabaja sobre sí mismo en forma objetiva, cuando hace esfuerzos
centrales, directos, para producir el cambio, sucede que nos atacan en forma
intensiva el centro emocional inferior, y puede decirse que el centro
emocional inferior es catastrófico, tenebroso, horrible.
Cuando
surgen ataques contra el centro emocional inferior, se sufre realmente;
aparecen, en nuestro camino, gentes que nos hieren, que clavan el puñal en el
centro emocional inferior, sentimos que nos torturan el corazón. Claro, hay
tendencia siempre a reaccionar contra aquellos que en una u otra forma nos
hieren; tenemos esa marcadísima tendencia a la reacción, y si reaccionamos, se
vigoriza el centro emocional inferior (y eso es gravísimo). Sin embargo, esta
lucha contra las emociones inferiores tiene ciertas ventajas. Una de ellas es,
precisamente, la más importante: es que surge, como resultado del conflicto
aquel, de la lucha contra las emociones, de las palabras que nos hieren,
nuestro Ser individual, producto de la lucha, del esfuerzo. Este Ser individual
surge vigoroso, directo a la manifestación, y es obvio que unifica todas
nuestras funciones. Nuestros centros, que antes marchaban desbaratados, unos
contra otros, se integran maravillosamente. Es mediante esa lucha contra las
emociones inferiores, es mediante esos super esfuerzos objetivos y centrales
(no indirectos ni unilaterales), como se consigue en verdad la individualidad
potente y la integración del Ser.
Al
citar esta palabra, "integración del Ser", debemos reflexionar un
poco; porque, realmente, nuestro Real Ser Interior profundo, no está integrado:
se compone de muchas partes autónomas y autoconscientes.
En
las Sagradas Escrituras se habla, por ejemplo, de los Doce Apóstoles. Cuando
las gentes leen La Biblia, toman los Doce Apóstoles a la letra muerta. Se dicen
que "eran pescadores", que "seguían a Jesús de Nazaret, al
Cristo", pero el iniciado que está trabajando sobre sí mismo en forma
directa, sobre su propio Ser, viene a descubrir a esos Doce Apóstoles, a esos
doce "pescadores", y lo grave es que los viene a descubrir, no fuera
de sí mismo, sino dentro de sí mismo. Viene, con asombro, a darse cuenta que
esos Doce Apóstoles son doce partes de su propio Ser; entonces se olvida un
poquito de la cuestión meramente histórica y atiende mejor al evangelio dentro
de sí mismo.
Los
Doce Apóstoles son las doce potestades que, con la Iniciación Venusta, penetran
en el vientre de la Divina Madre Kundalini, para venir un poco más tarde a la
existencia física, y esto resulta importantísimo.
Cuando
se habla de los Veinticuatro Ancianos del Apocalipsis de San Juan, que
"arrojan sus coronas a los pies del Cordero", hay que saberlo
entender. Tampoco son personajes extraños a nosotros mismos: son veinticuatro
partes autónomas y autoconscientes de nuestro propio Ser. Y cuando se menciona
a los Cuatro Santos, a los Cuatro Devarajas, no están allá, en los cuatro
puntos cardinales de la Tierra: están dentro de nosotros mismos y tienen poder
sobre los cuatro elementos. Y cuando se habla del cordero inmolado que
"perdona los pecados del mundo", no pensemos en un personaje
histórico, de hace 1.977 años. No niego la existencia del Gran Kabir, Jeshua
Ben Pandira; sería absurdo negarlo puesto que es el autor de la Pistis Sophía
(esto es histórico), pero pensemos que ese Jeshua interior (al cual hace tanta
alusión Pablo de Tarso), en el Jesucristo Intimo, en el Logos humanizado; en el
rayo ese, logóico, que cada uno de nosotros tiene y que penetra en el vientre
materno de la Divina Madre Kundalini Shakti, para venir más tarde a la
manifestación (por la Iniciación Venusta).
Debemos
recordar que el Logos no es un individuo humano ni divino. Se equivocan los que
así piensan; el Logos es unidad múltiple perfecta. Cada uno de nosotros tiene
su rayo logóico (por decirlo así), su Cristo Intimo, que cuando se humaniza
dentro del vientre materno, se convierte en Jesucristo Intimo (Jesús significa
"Salvador"). Christus, o Vishnú, u Osiris: ese es nuestro rayo
logóico.
Cuando
Pablo de Tarso habla tanto de Jesucristo, no se refiere a él como personaje
histórico, sino al Jesucristo interior de cada uno de nosotros. A ese mismo se
refería siempre, sabiamente, aquel hombre maravilloso y santo que escribiera su
"Guía Espiritual", aquel famoso hermano Fray Diego de Molinos.
Obviamente, ese hombre murió mártir, en un calabozo de la Inquisición. Escribió
una "Imitación de Cristo", que tiene más sabor, dijéramos,
nirvánico que dogmático.
Así
que, hermanos, ese Jesucristo Intimo es el que cuenta. Si un iluminado invoca
de verdad, en los mundos de conciencia cósmica a Jeshua Ben Pandira, él le hará
éste saludo, señalándole el corazón, lo que quiere decir: "Búscame aquí,
adentro; busca al Cristo aquí, adentro". Porque Jeshua Ben Pandira vino a
traer la doctrina del Cristo Intimo, en la misma forma que Gautama (el Buddha)
Sakyamuni, trajo la doctrina del Buddha Interior.
Así,
mis queridos hermanos, quiero que reflexionen en lo que significa todo esto.
Cuando
se habla también de aquel gran místico que se llamara Santiago, el Apóstol, se
debe comprender: el mercurio de la filosofía secreta; es el representante mismo
del mercurio, que es una de las doce potestades que llevamos en nuestro
interior. El es Santiago El Mayor, es el bendito Patrón de la Gran Obra, es el
que nos enseña a nosotros la ciencia maravillosa de la Gran Obra.
El
"Padre de todas las luces", es el Anciano de los Días, y entre paréntesis,
cada uno de nosotros tiene su anciano. Por medio de Santiago El Mayor, él nos
enseña la ciencia bendita de la Gran Obra. ¡Vean ustedes cuan importante es
Santiago!
Y
cuando se habla de Felipe, no se piense solamente en Felipe el apóstol, aquel
que bautizó al eunuco a la orilla de un río, de una fuente; aquel maravilloso
personaje que aparecía y desaparecía como por encanto, que viajaba por los
aires y asombraba, pues, a los pueblos. Y ese es, ciertamente, el Felipe
interior (cada uno lo carga). Es obvio que si lo invocamos con pureza de
corazón, si le rogamos nos saque del cuerpo físico y nos lleve por las regiones
suprasensibles del eterno espacio, seremos asistidos por él. Así que, esas doce
potestades están dentro de nosotros mismos, no fuera de nosotros mismos.
Y
bien, no nos quedamos allí: está el Guardián del Umbral del Mundo Astral, el
Guardián del Umbral del Mundo Mental, el Guardián del Umbral del Mundo Causal
(he ahí tres guardianes).
¿Y
qué diremos de la Divina Madre Kundalini Shakti? Ella tiene cinco aspectos: el
de la Inmanifestada, que es el más oculto y terrible de todos (Nerske). En
nombre de la verdad, ni yo mismo he podido entrar (por lo menos en esta reencarnación)
en el Templo de Nerske. En los templos de la Inmanifestada, la puerta es muy
estrecha, aunque sea cristalina. Obviamente, algún día pienso entrar, pues los
Dioses también sufren mucho para poder lograr entrar al Templo de Nerske.
Luego
viene el de la Manifestada, llamémosla Isis, llamémosla Adonía, Insoberta, Rea,
Tonantzin, Cibeles, Diana, María o Marah. No importa el nombre que le demos;
ella está más cerca de nosotros, nos asiste con intensiva sabiduría, amor y
poder. Ella es una parte de nuestro Ser, pero derivado.
Y
hablemos también del tercer aspecto de la Madre Cósmica: como terror de amor y
ley, que castiga a los iniciados cuando éstos merecen ser castigados. Es la
Reina de los infiernos y de la muerte, no importa que la llamemos Proserpina o
Cuatlicue o Hékate, la terrible Hékate. En todo caso, nos castiga para nuestro
propio bien, y es una parte también de nuestro propio Ser.
¿Y
qué diremos de la Divina Madre Natura? Ella es la autora de nuestros días, la
verdadera artífice de nuestro cuerpo físico, la que en el laboratorio humano,
unió al óvulo con el zoospermo para que surgiera la vida; la creadora de la
célula germinal con sus cuarenta y ocho cromosomas. Obviamente, nuestra Divina
Madre Natura es sabia por naturaleza.
Por
último, tenemos el quinto aspecto: como Maga Elemental, como Señora que nos da
los impulsos instintivos, como reina de los elementos. Ella, como Maga Elemental,
es maravillosa.
Así
pues, el Buddha Gautama nos habla de "ser conductor de la Vaca
Sagrada". Algún día (no se extrañen) cada uno de nosotros tiene que
convertirse en el conductor de los cinco aspectos maravillosos de la vaca de
las cinco patas, de la vaca sagrada. Por cierto que la Blavatsky vio por allá
en el Indostán, una de esas maravillas de la naturaleza: una vaca blanca de
cinco patas, la quinta la llevaba en la jiba, con ella espantaba las moscas; la
conducía un joven de la secta Shadú, que se alimentaba con esa leche. De cuando
en cuando, aparecen (y ya han aparecido en América también) casos de esos, viva
representación de los cinco aspectos de la Divina Madre Kundalini, de los cinco
aspectos de la Kundalini Shakti.
El es
el Dios León, también, el león de la ley; él es el Policía del Karma, que en
nuestro interior cargamos, que surge de nuestra Conciencia cuando hemos
cometido algún error (el Kaom).
Tenemos
nuestro Anubis particular, propio, que nos aplica también la ley.
Y
tenemos a un Metraton (relacionado con el hombro derecho) y a un Sandalfon
(relacionado con el hombro izquierdo).
Y
tenemos al Señor del tiempo, que puede traernos la memoria de nuestras antiguas
existencias, nuestros recuerdos, todo eso tenemos en nuestro interior.
Y
tenemos a la Minerva, que no solamente allá, en el Macrocosmos, la tiene una
parte de nuestro Ser, sino que la tiene también aquí y que puede realizar
dentro de nosotros operaciones extraordinarias.
Sí,
mis queridos hermanos: nuestro Ser tiene muchas partes autónomas,
autoconscientes, independientes. La parte superior de nuestro Ser es el viejo
de los siglos. Y no podríamos perfeccionar las distintas partes del Ser, si no
elimináramos de nosotros mismos los elementos inhumanos que siempre cargamos;
todos esos agregados psíquicos, viva personificación de nuestros errores.
Así,
queridos hermanos, que "tal como es arriba, es abajo". Si en la parte
más elevada de nuestro Ser hay una multiplicidad, también en la parte inferior
está la multiplicidad del Ego (por oposición). No podríamos, repito, purificar
o perfeccionar (ya que las partes elevadas del Ser están perfeccionadas) la
parte más elevada del Ser, sin haber destruido hasta el último de los agregados
psíquicos. Quien logre desarrollar la parte más elevada del Ser, quien logre
purificarla, recibe el grado de Ishmesch.
Los
grados se conocen en los cuernos. El Lucifer Interior, que es una reflexión
del Logos dentro de nosotros mismos, tiene cuernos. Por el número de cuernos,
se reconoce el grado de desarrollo espiritual y perfección de la Razón Objetiva
que hemos alcanzado. Quienes poseen seis cuernos, los seis tridentes en los
cuernos, han realizado la Gran Obra, han logrado establecerse en el Sagrado
Anklad; pero quienes poseen los nueve tridentes en los cuernos, se integran
con el Eterno Padre Cósmico Común.
Ahora
bien, por oposición, tenemos también una multiplicidad en el Ego; por
oposición debemos desintegrarlos.
Hay
dos tipos de integraciones, mis queridos hermanos. Podemos integrar al Ser y es
una integración cósmica, la cristalización positiva. Y hay otra integración,
mis queridos hermanos: la integración negativa de quienes integran el Ego y se
convierten en demonios terriblemente perversos. Los hay: los magos negros que
han cristalizado, los magos negros que le rinden culto a todas las partes del
Ego, que las han reunido en sí mismos, que se han integrado totalmente (esa es
una integración negativa, la integración del Ego).
Hay
escuelas que le rinden culto al Ego, que lo veneran, que lo adoran, que
consideran a los distintos agregados psíquicos como "valores
positivos", "maravillosos" y que los cuidan mucho. Esos
equivocados integran el Ego, se convierten en tenebrosos, en magos de las
tinieblas. Los hay en el Sol Negro (por oposición), la antítesis del Sol que
nos ilumina. Los hay entre las entrañas del submundo, los hay en Lilith, la
Luna Negra; son cristalizaciones equivocadas, integraciones negativas.
Nosotros debemos hacernos conscientes de todo lo que es eso.
Así
pues, en la lucha contra las emociones negativas, surge el Ser, comienza poco
a poco el proceso de integración del Ser. Pero, por oposición, se intensifica
la desintegración del Ego, hasta su aniquilación total.
En el
camino de la investigación, no debemos olvidar que se hace necesario estudiar
al Ser, no solamente, repito, en el mundo de las doce leyes, sino también en el
de las veinticuatro, en el de las cuarenta y ocho y hasta en el de las noventa
y seis, porque el Ser está condicionado por los distintos agregados psíquicos
que llevamos en nuestro interior, y eso es obvio.
Una
vez que nosotros hemos comprendido esto, comprendemos también la necesidad de
comprender a otros. No podríamos comprender a otros, si no nos hemos
comprendido a sí mismos. Para poder comprender a otros (en una forma real y
verdadera), lo que se necesita es ponernos de acuerdo. Alguien dice por ahí:
"Bueno, yo comprendo a fulano, pero no estoy de acuerdo con él", lo
cual es absurdo. Si se le comprendiera, se estaría de acuerdo con él.
Precisamente, por lo que no se le comprende, no se está de acuerdo con él; eso
es obvio. ¿Cómo se puede comprender a alguien y no estar de acuerdo con ese
alguien? Esto es cuestión estrictamente matemática. Si sumamos 20 + 20, ¿qué
cantidad nos daría? Cuarenta, ¿verdad? Bien, si dividimos 40 entre 2, ¿qué
queda? Veinte, eso es obvio. Bien, entonces veinte, ¿qué vendría a ser? Vendría
a ser, dijéramos, lo que podríamos llamar la media matemática exacta, entre dos
cantidades: 20 y 40. Pero esa cantidad matemática media, entre dos cantidades,
obviamente nos viene a dar el equilibrio entre el Ser y el Saber; eso es claro.
Debe haber un perfecto equilibrio entre el Ser y el Saber; si no hay un
equilibrio perfecto entre el Ser y el Saber, pues sencillamente no hay
comprensión. Así, si se comprende a alguien, se le debe comprender y si no se
le comprende, pues no se le comprende y eso es todo.
Podría
ser que ese alguien, que presumimos haber comprendido, tenga ideas diferentes a
las nuestras y que digamos: "Sí, lo he comprendido, pero no estoy de
acuerdo con él". Pues en este caso, no lo hemos comprendido; si no,
estaríamos de acuerdo con él; lo que estoy diciendo es de difícil comprensión,
pero es real.
Si
fulano es protestante y nosotros somos gnósticos, y hemos comprendido que él es
protestante, en su punto de ver la religión y decimos: "Lo comprendo,
pero no estoy de acuerdo con su Iglesia Protestante, con sus ideas
protestantes, pues sencillamente no lo hemos comprendido. Pero si nosotros lo
hemos comprendido realmente, entonces sabemos que está repitiendo determinadas
parábolas bíblicas y que las está repitiendo en forma dogmática. Si las está
repitiendo en forma dogmática, ¿entonces qué sucede? Comprendemos que las está
repitiendo en forma dogmática. Si entendemos que éste es un Hombre Numero Tres,
un hombre meramente intelectual, entonces decimos: "Este hombre está
repitiendo lo que ha estudiado en La Biblia, lo que otros le han enseñado; es
un hombre del tercer nivel (meramente intelectual), lo he comprendido. No le
discuto, puedo entenderlo, porque él, es Hombre Numero Tres, y yo soy Hombre
Numero Cuatro, o Numero Cinco, etc.; por lo tanto, él está en su verdad; lo he
comprendido y soy su amigo"... Eso se llama "comprender",
realmente, y "estar de acuerdo".
Para
comprender a alguien, hay que estar de acuerdo con ese alguien. Si ese alguien,
por ejemplo, habla inglés y nosotros hablamos español, ¿cómo podríamos
comprenderlo? Tenemos que estar de acuerdo en algo: en el lenguaje, o en los
símbolos, para podernos entender. De lo contrario, ¿cómo nos entenderíamos? No
habría entendimiento alguno. Así que, necesitamos entendernos.
Considerando
estas cosas, mis queridos hermanos, la comprensión, realmente, resulta algo que
hay que investigar a fondo. Aquí, en nuestros estudios, aprendemos a
comprender; comprendiendo la enseñanza, avanzamos en el sentido de comprensión.
Es
indispensable comprender. Nosotros necesitamos comprender la Gnosis, pero hay
que equilibrar el Ser y el Saber, pues si el Saber es mayor que el Ser, no hay
equilibrio; si el Ser es mayor que el Saber tampoco hay equilibrio. El Ser y el
Saber necesitan equilibrarse, sólo así surge la comprensión.
Es
vital comprender y a medida que avanzamos (autoexplorando, dijéramos, todas
esas partes de nuestro Ser), la comprensión va surgiendo cada vez más y más en
nosotros; eso es obvio.
La
comprensión nos lleva muy lejos en nuestros estudios. En todo caso, luchamos
por la integración del Ser, queremos la desintegración del Ego. Por lo tanto,
urge trabajar profundamente sobre nosotros mismos.
Para
poder desintegrar el Ego, hay necesidad de comprender cada agregado psíquico
que vamos a desintegrar. Por ejemplo, la venganza (no confundir la justicia
con la venganza); justicia es una cosa, venganza es otra. Hay muchos que dicen:
"La venganza es dulce" y eso es absurdo (en absoluto) y toman la
justicia por su propia mano (eso es venganza). La Gran Ley se encarga de cobrar
las cuentas en cada caso; nosotros no tenemos por qué ocupar el puesto de la
Gran Ley. Si descubrimos que somos vengativos, necesitamos comprender el
proceso de la venganza. Para comprender el proceso de la venganza, se hace
necesaria la meditación, la reflexión, pues se confunde (muy fácilmente) el
proceso de la venganza con el proceso de la justicia, y tenemos siempre una
marcadísima tendencia a tomar la justicia por nuestras propias manos (eso es
venganza, somos vengativos). Si alguien nos hiere con la palabra, reaccionamos
violentamente (eso es venganza), no somos capaces de permanecer callados ante
un insultador, ante alguien que nos está ofendiendo; siempre tenemos esa
marcadísima tendencia a reaccionar por cualquier palabrita que nos digan, y
siempre nos sentimos aludidos, y aunque estamos en el camino, una y otra vez
respondemos reaccionando.
Observen
ustedes a todos los hermanitos del Movimiento Gnóstico en general: ¿hay alguno
que acaso no reaccione, en una u otra forma, ya sea verbalizando su reacción o
guardándola en secreto? Todos tienen esa marcada tendencia a responder ante la
palabra que ofende, ante la sonrisa que hiere, ante los ojos que apuñalean
(todos tienen esa marcadísima tendencia a reaccionar). Hay quienes ocupan (por
ejemplo) el ara, esto que es lo más sagrado, el altar, para dirigirse a los
hermanos, ofendiéndolos, hiriéndolos, vengándose de los unos, vengándose de
los otros, etc. No se ha dado, eso, aquí en nuestra Sede Patriarcal, por
primera vez; pero sí, en otras latitudes de América, los sacerdotes se ponen
sus vestiduras sagradas para usar, dijéramos, la tribuna de la elocuencia,
para dirigirse al público, y lo hacen con segundas intenciones: hiriendo a
fulano, a zutano, a mengano, vengándose de perencejo, etc. ¿Ustedes creen que
van bien esas gentes, siempre reaccionando? Es que hay una marcada tendencia,
siempre, a confundir la justicia con la venganza.
Cuando
uno comprende, pues, el proceso de la venganza, puede darse el lujo de
desintegrar el agregado psíquico de la misma; pero sólo comprendiéndolo
debidamente. Antes, ¿cómo podría desintegrarlo?
¿Y
qué diremos, por ejemplo, de los celos? Hay muchas clases de celos, no
solamente celos pasionales o amorosos. No, hay celos políticos, hay celos
religiosos, hay celos por amistades, etc. (son múltiples los celos). ¿Y qué es
eso que se llama "celos"? ¡El temor de perder lo que más se ama!
Resultan, pues, del Yo del apego... Un hombre teme perder a su mujer y la cela
horriblemente; una novia teme perder a su novio, y lo cela espantosamente; de
ahí resultan conflictos horrendos, muertes, venganzas, odios y cincuenta mil
cosas por el estilo.
¿Cómo
podría uno desintegrar ese Yo de los celos, si no sabe que son el producto del
temor, del temor de perder lo que más se quiere? ¿Cómo podríamos eliminar ese
Yo de los celos, si ignoramos que es el resultado del apego, si creemos,
equivocadamente, que es el producto del amor? ¿Cómo podría el amor tener celos,
si el amor es perfecto, si el amor es divino? Los celos no pueden venir del amor,
porque el amor todo lo entrega, nada quiere para sí, todo para el ser que ama;
no desea sino la felicidad del ser que adora, sabe sacrificarse por el bien
del que ama. Entonces los celos no vienen del amor, vienen del Ego. Pero si
uno ignora eso, si lo está justificando, ¿cómo podría eliminarlo, de qué
manera? ¡Imposible!
Así
que, es necesario, primero que todo, descubrir el defecto que debemos
desintegrar, y luego comprenderlo a través de la reflexión evidente del Ser, a
través de la meditación de fondo, y una vez comprendido, se está preparado para
la eliminación.
Así,
mis queridos hermanos, es necesario que ustedes reflexionen en todo esto.
Mientras uno no haya desintegrado el Ego, está expuesto a muy graves errores: a
juzgar, a odiar, a sentir deseos de venganza, a vengarse, etc., etc., etc.
Comprender
a otros, sí es algo especial. Pero, ¿cómo podríamos comprenderlos, si no nos
comprendemos a sí mismos?
Hay
siete niveles de hombres y no podemos negarlo. Primero, es el nivel meramente
instintivo; el segundo es el nivel exclusivamente emocional y el tercero es el
nivel intelectual. Más allá de esos tres niveles, está el cuarto nivel: el del
hombre equilibrado, el del hombre que ya equilibró los centros de su máquina
orgánica. Pero luego viene el quinto nivel: el de aquellos que han fabricado un
Cuerpo Astral, que pueden vivir en el Mundo Astral conscientemente. El sexto
nivel es el de aquellos que pueden vivir en el Mundo de la Mente
(conscientemente), porque ya se fabricaron su Cuerpo Mental. Y el séptimo, es
el de aquellos que están establecidos en el Mundo Causal (con Cuerpo Causal),
como Hombres Causales.
Obviamente,
los Hombres Número Uno, Dos y Tres, son los que más daño causan, no se
comprenden unos a otros. Los Hombres Número Uno, Dos y Tres, viven dentro del
círculo de la "Torre de Babel"; allí existe la "confusión de
lenguas", allí nadie entiende a nadie. Ellos son los que han provocado la
primera y segunda guerra mundial, ellos son los que tienen al mundo entre el
desorden. Los Hombres Número Cuatro, Cinco, Seis o Siete, no harían lo que
hacen los Hombres Número Uno, Dos y Tres. Los Hombres Cuatro, Cinco, Seis y
Siete, no provocan guerras, no tienen al mundo en conflicto. Son los uno, dos y
tres, los que han traído tanta amargura sobre la faz de la Tierra.
Pero
entre los Hombres Número Uno, Dos y Tres, hay distintos grados de comprensión;
eso es obvio. Entre los Hombres Número Uno, Dos y Tres, hay mucha clase de
gente. Así pues, vean ustedes lo que significa la comprensión. Nosotros debemos
comprender todo, hacernos conscientes de sí mismos, autoexplorarnos
profundamente, para autoconocernos.
Ya
les decía yo, en pasadas reuniones, que había dos aspectos capitales, dos
factores decisivos en nuestros estudios. El uno, la recordación de sí mismo;
el otro, la relajación del cuerpo. Recordarse a sí mismo, de su propio Ser
Interior Profundo y relajarse en profunda meditación: así adviene a nosotros lo
nuevo, así (poco a poco) nos vamos autoexplorando y eso es fundamental.
Ahora,
al concluir esta platica, esta tesis, doy oportunidad a los hermanos, aquí
presentes, para que pregunten lo que no hayan entendido. Tienen la palabra
nuestros hermanos.
P.-
Venerable Maestro, haciendo referencia a su plática pasada, sobre el
relajamiento y el recuerdo de sí, ¿qué es lo que da el recuerdo de sí: el
equilibrio de los tres cerebros, o es el recuerdo de sí el que equilibra los
cilindros de la máquina orgánica?
R.-
La Recordación del propio Ser Interior profundo, produce, o coopera, o ayuda al
surgimiento del Ser individual en uno. Obviamente, cuando el Ser surge en uno,
equilibra entonces los cinco centros de la máquina orgánica: Centro
Intelectual, Centro Emocional, Centro Motor, Centro Instintivo, Centro Sexual.
En verdad, viene el equilibrio de los cinco centros de la máquina.
P.-
Entonces, ¿el recuerdo de sí no puede surgir espontáneamente, sino a través del
trabajo sobre la falsa personalidad?
R.-
Es obvio que esa recordación de sí mismo, implica un trabajo: la personalidad
se relaja, para quedar en estado pasivo. Entonces los mensajes que vienen del
Ser, a través de los Centros Superiores, pues llegan a la mente y esto trae
orden y armonía en los centros.
P.-
Maestro: dijo usted que por el Ser, se logra el equilibrio de los centros.
R.-
¡Así es!
P.-
Pero allí entra en juego la personalidad y los conflictos de la mente.
Pregunto: ¿de qué manera se podrían conjurar esos conflictos de la mente, para
lograr de ella la atención verdadera y lograr así el equilibrio del Ser?
R.-
Pues cuando se habla de relajación, hay que entenderlo integralmente, porque si
vamos a relajar exclusivamente los músculos, que siempre están tensos, no hemos
comprendido, integralmente, el proceso de la relajación. Se trata de relajar,
no solamente los músculos o nervios del cuerpo, sino también la mente. Cuando
la mente está quieta, cuando la mente está en silencio, cuando ya no proyecta,
cuando está en estado receptivo, integral, entonces adviene lo nuevo. Pero
mientras exista una mente proyectista y un cuerpo en tensión, no adviene jamás
lo nuevo. De manera que, para que la mente pueda no estar en conflicto, durante
unos instantes siquiera, debe haber relajación física y mental. Entonces todos
esos conflictos desaparecen por un instante, por un instante surge el Ser en
nosotros. Es un momento de vacío que el Ser aprovecha para llenarlo, y entonces
adviene lo nuevo. Así, poco a poco, el Ser (lentamente) va produciendo la
unión de todos los centros de la máquina orgánica, van desapareciendo los
conflictos entre los tres cerebros: intelectual, emocional y motor. Así, por
segundos, por minutos, podemos recibir mensajes de los mundos superiores. Pero
se necesita constancia en el trabajo; ese es el camino a seguir.
P.-
Venerable Maestro: usted nos hablaba de las diferentes partes autónomas y
autoconscientes del Ser y nos puso algunos ejemplos, hablándonos de los
apóstoles que están dentro de nosotros mismos. ¿Cuál parte autónoma y
autoconsciente del Ser, está relacionada, íntimamente, con la aniquilación del
Yo?
R.-
¡Judas Iscariote! Pero no pensemos solamente en el Judas aquel de hace 1.977
años, sino en el Judas interior de cada uno de nosotros. Judas Iscariote nos enseña,
con entera claridad meridiana, la doctrina de la desintegración del Ego. Judas
Iscariote no es, como muchos piensan, un hombre que traicionó a su Maestro. No,
él realizó un papel, enseñado por su Maestro, y nada más. El mismo Jesús de
Nazaret se lo preparó y Judas lo aprendió de memoria y lo representó a conciencia,
públicamente.
La
doctrina de Judas indica cómo lograr la eliminación de todos los agregados
psíquicos, la muerte del Ego. Por esa razón Judas se ahorcó, para indicar que
el Ego debe reducirse a cenizas. Judas representó un papel y nada más; se
preparó a conciencia. Para no contradecir en nada las Sagradas Escrituras, lo
ensayó varias veces, antes de hacerlo públicamente, como un actor hace su papel
y nada más.
Judas
era y sigue siendo el discípulo más exaltado de Jesús El Cristo, logró la
cristificación.
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