miércoles, 3 de julio de 2013

LA URGENCIA DE LA TRANSFORMACION DE LAS IMPRESIONES

Cuando se inicia el trabajo interno, se corrobora, como
una de las primeras necesidades, la urgencia de la transformación de las impresiones de nuestra existencia, debido a que se descubre lo pernicioso de la actuación, mecánica e hipnótica, habitual. 
La reacción maquinal ante tales impresiones se fundamenta, sin duda alguna, en los elementos, agregados e inhumanos, que llevamos dentro, es decir, en los yoes que vibran en nuestra psiquis y que constantemente pugnan por manifestarse.

Lo que verdaderamente interesa es cambiar. Si honradamente se pretende lograr esa transformación, en forma efectiva, se debe empezar por transformar las impresiones. El Maestro señala: “he ahí la clave para la transformación radical del individuo. Y ello es así porque transformar las impresiones de la vida significa, ni s ni menos, que perfeccionarse a sí mismo. 

La dificultad en plasmar dicha transformación se encuentra en el hipnotismo de los sentidos. Pero, no resultará posible esa revolución en nosotros si seguimos pegados al mundo de los cinco sentidos. Debemos tenepresente en forma inequívoca, que, si el trabajo es negativo, se debe exclusivamente a la culpa propia.

Pero, de lo anterior, no debe concluirse que la transformación de la existencia resulte totalmente imposible. Antes, al contrario, resultará de todo punto factible, si nos lo proponemos en forma rigurosa y tenaz, constituyendo pedimento, para ello, eso  la transformación inteligente de nuestras impresiones. 

Por tanto, transformar las impresiones de la vida equivale a transformarse uno mismo. Para ello cual debemos conceptuar nuestra vida como un trabajo, consistente en hallarnos permanentemente en recuerdo de sí mismos, tratando de priorizar lo Vertical, en detrimento de lo horizontal.

Una de las primeras conclusiones a que se debe llegar es que la vida externa, nuestra existencia, no existe tal como la percibimos. Lo que realmente advertimos, a cada instante, son impresiones. La vida se constituye por una sucesión de impresiones y de reacciones negativas que se manifiestas como respuesta incesante a esas impresiones que llegan a la mente. 

Por tanto, la realidad de la existencia son suimpresiones que impactan en nuestra mente a través de la ventana de los sentidos. Por consiguiente, la vida constituye algo muy distinto a lo que normalmente se da por cierto: una sucesión encadenada de impresiones.

Todas las reacciones forman nue stra vida personal.
Luego, la tarea consiste en transformar las impresiones de la existencia de modo que no provoquen ese tipo de respuesta. Pero, para lograrlo, resulta precisa la auto-observación de instante en instante, estudiando a fondo nuestras propias impresiones

Como la existencia nos exige reaccionar continuamente, y todas esas reacciones forman nuestra vida personal, se concluye que cambiando nuestras propias reacciones cambiaremos nuestra existencia.

El mundo exterior no es tan exterior como normalmente se cree. De lo anterior, se desprende que el mundo exterior, tal como propiamente nosotros lo percibimos, no existe. Lo que sí florecen son impresiones y éstas presentan naturaleza interior, y, por tanto, las reacciones ante tales impresiones son indudablemente interiores. 

Cualquier persona, en la vida, va formando un conjunto de reacciones, características y personales,  que constituyen las experiencias prácticas de su existencia. Como toda acción produce una reacción, impresiones de cierto tipo vienen a producir reacciones asumidas, mecánica y naturalmente. 

Este proceso se ha denominado experiencia de la vida.
Dicha experiencia se forma, generalmente, cuando las impresiones, son distribuidas, equivocada y mecánicamente, por la personalidad para evocar antiguas reacciones. 

Si queremos hacernos conscientes de nuestra desdichada nuestra situación interiordebemos comprender que la personalidad transmite las impresiones mecánicamente, sin comprender en absoluto, lo que hace y sin preocuparse por las consecuencias de sus actos. 

Eso , siente firmemente que está cumpliendo, en forma rigurosa y acertada, con su deber. Como suele relacionar las impresiones con centros equivocados, se producen, normalmente, resultados confusos, equivocados y hasta dolorosos.

Si, por el contrario, las impresiones fueran recibidas por la Esencia, serían transformadas porque, Ella las depositaría, en forma adecuada y exacta,  ecada  uno dlos centros correspondientes de la máquina humana.Pero, además de lo señalado, en relación con las impresiones y su transformación, existen otros errores de concepto que conviene aclarar. 

Como ya se ha indicado, las impresiones son interiores. Por tanto, todos los objetos y cosas que percibimos con nuestros sentidos, existen en nuestro interior únicamente en forma de impresiones. Por consiguiente, si nosotros no transformamos nuestras impresiones nada cambiará en nosotros, por cuanto no contamos con la capacidad de cambiar nada del exterior.


Si no se transforman las impresiones, el resultado no se deja esperar: se agrava penosa nuestra situación, por cuanto se provoca el nacimientde nuevos yoes que vienen a esclavizar n s a nuestra Esencia, a nuestra Conciencia, intensificándose, s todavía, el sueño en que vivimos

De persistir en esa actitud, no sin mantenernos alerta, a fin de que la Conciencia reciba esas impresiones, estaremos provocando, y fomentando, la desaparición de la atención y, consecuentemente, favoreciendo la identificación. 

Todo lo anterior viene a significar que, si no trabajamos con nuestro interior, vamos por el camino del error porque no modificaremos nuestros hábitos.

El errado concepto de no conceder la debida importancia a las impresiones, se genera cuando las personas, por lo común, mantienen una fantasiosa postura, al creer que este mundo físico les va a procurar todo lo que anhelan y desean. 

Esto constituye una gran equivocación, por cuanto la vida común llega a nosotros en forma de impresiones, y sólo cambiando nuestras reacciones se puede transformar, en forma efectiva, la existencia. 

Los eventos vividos con el centro de gravedad en la Conciencia se  procesan, necesariamente, con el estado interior apropiado y ‘saben de otra forma.  Ello supone, como ya se ha apuntado, activar la transformación de las impresiones, como interposición de la Conciencia ante los impactos que llegan a través de los sentidos sensoriales. 

El Maestro denominó a este acto como el Primer Choque Consciente. Para llevar esta técnica a término, se requiere observar nuestro a ordinario, pues éste constituye la réplica de toda la existencia. En el a común, se observa la sucesión continua de multitud de impresiones que nos mueven a reaccionar mecánica e inconscientemente. 

Conviene recordar que las impresiones son exteriores, mientras que las reacciones, ante aquéllas, presentan naturaleza interior.En  este  punto,  interesa  señalar  que  las  impresiones constituyen uno de nuestros tres alimentos.

Cuando recibimos una impresión, en lugar de identificarnos y satisfacer el deseo, deberíamos, aunque se perciba gran violencia interior, hacer lo contrario de lo que quiere el ego. Esto que equivale a impedir, cuando menos, su refuerzo y engorde. 

Pero, además de las impresiones del presente, debemos cuidarnos de los recuerdos mecánicos, y de los pensamientos que se originan producto de las impresiones no transformadas en el pasado. Unas y otras forman las debilidades que nos esclavizan. 

La única forma de controlar los impulsos negativos derivados de ellos, es prestarles atención, estando alerta cuando se presentan.

Ya metidos de lleno en la empresa de transformar las impresiones, se observará la existencia de dos tipos: agradables y desagradables. Aunque parezca extraño, resulta igualmente difícil transformar unas y otras pues su única diferencia estriba en que las primeras resultan complacientes para la persona, mientras que las segundas provocan dolor.

Cuando ya existe cierta pericia y habilidad en la transformación de las impresiones, se observa que el dominio sobre las impresiones desagradables constituye, de hecho, cristalizar la Segunda Fuerza, el Cristo en nosotros mismos. Ello se expresa mediante el sabio postulado que dice: “Hay que recibir con agrado  las  manifestaciones  desagradables  de  nuestros semejantes”.

En el axioma anterior se encuentra el modo más perfecto  partransformar  las  impresiones desagradables: las palabras de un insultador. Quien ya sea capaz de lograr reaccionar de dicho modo, en esa tesitura, habrá implantado, en forma natura l, el escenario preciso para que el Cristo cristalice en él.

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