Bueno, hermanos,
vamos a empezar nuestra plática de esta noche. Ruego a todos poner la atención
debida.
En todo caso, el
sentido de la plática de esta noche, significa que nosotros no debemos dejarnos
llevar de las apariencias, debemos no dejarnos fascinar por las distintas
escenas de la vida.
La vida es como una
película; es una película, compuesta como es natural, por muchos cuadros y
escenas. No conviene, en modo alguno, identificarnos con ninguna escena, con
ningún cuadro, con ninguna escena apariencia, porque todo pasa: pasan las
personas, pasan las cosas, pasan las ideas. Todo en el mundo es ilusorio;
cualquier escena de la vida, por muy fuerte que ella sea, pasa y queda atrás en
el tiempo.
Lo que nos debe
interesar a nosotros, es eso que se llama el "Ser", la Conciencia. He
allí lo fundamental, porque el Ser no pasa; el Ser es el Ser y la razón de ser
del Ser, es el mismo Ser.
Cuando nosotros nos
identificamos con las distintas comedias, dramas y tragedias de la vida, es
obvio que caemos en la fascinación y en la inconsciencia del sueño psicológico.
He ahí el motivo por el cual no debemos identificarnos con ninguna comedia,
drama o tragedia de la vida, porque por muy grave que sea, pasa. Hay un dicho
vulgar que reza así: "No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo
resista". Así que todo es ilusorio, pasajero.
Uno a veces en la
vida, se encuentra con algunos problemas difíciles. Sucede que a veces no
encuentra uno en la vida, dijéramos la salida, la solución al problema, y éste
se vuelve enorme, monstruoso gigantesco ante nuestra mente. Entonces sucumbe
uno entre las preocupaciones, y dice: "¿Cómo haré, qué haré?" No le
encuentra escapatoria, y el problema, a medida que se analiza, se vuelve más y
más monstruoso, enorme y gigantesco. Pero llega el día en que si nosotros
afrontamos el problema tal cual es, es decir, si "agarramos al toro por
los cuernos", como se dice, vemos que el problema queda en nada, se
destruye por sí mismo, que es de naturaleza ilusoria. Mas suele cualquier
problema tomar tales proporciones, su realismo se vuelve tan crudo ante nuestra
mente, que en verdad no se le encuentra salida por ninguna parte; siente uno
que sucumbe ante el mismo, que en modo alguno se vuelve soluble. Pero si uno se
le enfrenta al problema, verá que es ilusorio y que pasa, como todo tiene que
pasar y al fin queda en nada.
Si uno procede en esa
forma, no identificándose jamás con ninguna situación, con ningún evento,
logrará estar siempre alerta y vigilante, como el vigía en época de guerra, y
es en ese estado de alerta donde uno descubre sus defectos psicológicos.
Defecto descubierto, debe ser comprendido y después eliminado.
La mente, por sí
misma, no puede alterar ningún defecto psicológico; la mente sólo puede
rotularlos, cambiar cualquier defecto, pasándolo de un nivel a otro, mas jamás
alterarlo radicalmente. Se necesita de un poder que sea superior a la mente y
ese poder existe en nosotros. Quiero referirme, en forma enfática, a la Divina
Madre Kundalini. Si uno ha comprendido que tiene tal o cual defecto, si lo ha
entendido íntegramente, y en todos los niveles de la mente, entonces puede
concentrarse en Devi Kundalini Shakti, y mediante ella podemos eliminar
cualquier defecto psicológico.
Kundalini es la
Divina Madre Cósmica. En las religiones se le ha representado como María o como
Tonantzín, Mara, Rea, Cibeles, Adonía, Insoberta, etc. La Madre Cósmica, la
Madre Divina, en sí misma, es una parte de nuestro propio Ser, pero derivado.
Quiero decir con esto, que la Madre Cósmica está dentro de nosotros mismos,
aquí y ahora. Si nosotros imploramos a ese poder, si pedimos a la Madre Divina
que elimine de nuestra psiquis cualquier defecto de tipo psicológico, Ella así
lo hará. Es obvio que por tal motivo, se desintegrará el defecto en cuestión.
Mediante la Divina
Madre Cósmica, podemos eliminar todos nuestros defectos psicológicos. Como
quiera que la Conciencia está embotellada entre los defectos, eliminados éstos
la Conciencia despertará radicalmente, y entonces podremos ver, oír tocar o
palpar las grandes realidades de los mundos superiores. Pero es indispensable
no identificarnos con ninguna circunstancia de la vida. Cuando no nos
identificamos con tal o cual problema, cuando permanecemos alertas, descubrimos
en el problema nuestros propios defectos psicológicos.
Normalmente se ha
visto que los problemas obedecen al miedo, el "yo" del temor mantiene
los problemas vivos. Se le teme a la vida, se le teme a la muerte, se le teme
al "qué dirán", al "dice que se dice", a la miseria, al hambre,
a la desnudez, a la cárcel, a todo se le teme y debido a esto, los problemas se
hacen cada vez más insolubles, más fuertes.
En un problema
económico, ¿qué tememos? La ruina, o que tengamos que pagar una determinada
deuda, porque si no pagamos, nos meten en la cárcel, etc.
En un problema de
familia, ¿qué tememos? Al "dice que se dice", a la lengua viperina,
el escándalo, a los intereses creados, etc., etc., etc.; pero si se elimina el
"yo" del temor, ¿en qué queda el problema? ¡Todo se esfuma, se vuelve
nada...!
Tenemos que pagar el
alquiler de la casa y tememos que nos lancen a la calle; hasta pasamos las
noches desvelados, pensando que el actuario ha de llegar y sacarnos a la calle,
más al fin llega el día y resulta que el problema se solucionó, quizás por
donde menos lo esperábamos. Entonces, ¿en qué quedó el problema? Y si no se
solucionó la cuestión, si nos echaron a la calle con todos los muebles, etc.,
¿qué pasó? ¡En la calle no se quedarán los muebles, alguien tendrá que
recogerlos! En fin, por allí no faltará, dando vueltas, un lugar donde
meternos... ¿Y si los muebles se pierden? ¡Se perdieron!, ¿y qué? ¡Más se
perdió en el Diluvio! ¿Por qué nos vamos a apegar a unos muebles? Después, paso
el problema, por ahí quedamos viviendo, en algún lugar, y el problema quedó
atrás, en el tiempo. ¿Qué se hizo del problema?
No olviden ustedes
que todo pasa: pasan las ideas, pasan las personas, pasan las cosas; todo en
este mundo es fugaz e ilusorio. No podemos y no debemos identificarnos con las
apariencias, porque las apariencias engañan, eso es obvio. Pensemos en los
estados de conciencia, y eso es superlativo...
Hay una tendencia
general, de todos, a juzgar equivocadamente a todos, y eso es lamentable. Pero,
¿por qué todos juzgan a todos, y equivocadamente? ¿Cuál es el motivo?
Sencillamente uno, y muy fácil de comprender: sucede que cada cual proyecta sus
propios defectos psicológicos sobre los demás, cada cual ve en el prójimo sus
propios defectos. Los defectos que a otros endilgamos, los tenemos muy sobrados
nosotros; juzgamos a otros como nosotros somos.
¿Han oído ustedes
hablar de la antipatía mecánica? ¿Que de pronto alguien siente antipatía por
alguien, sin haber motivo alguno, y entonces decimos: "esta persona me
cayó gorda", frase muy típica que usamos? Pero, ¿por qué, si nunca la
hemos visto, si hasta ahora nos la acaban de presentar? ¿Qué sucedió, por qué
nos ha "caído tan gorda" esa persona, si ni la conocemos? Pues que le
vimos la apariencia: es alta o es baja, es gorda o es delgada, tiene la nariz aguileña
o la tiene achatada, y ¿ese es motivo ya, como para decir que "nos cayó
gorda"? ¿Qué ha sucedido? Sencillamente porque hemos proyectado, sobre
nuestra víctima, nuestros mismísimos defectos psicológicos. Posiblemente hemos
visto, en esa persona, el defecto más grave que tenemos y nadie le gusta verse
así, dijéramos, tan escarnecido. La cruda realidad de los hechos es que tal
persona se ha convertido en el espejo donde nosotros nos vemos a sí mismos, tal
cual somos.
Si estamos alertas,
si no nos identificamos con el evento, con la persona aquélla que "nos cae
tan gorda"; si en vez de estarla criticando nos auto-criticamos, nos
auto-observamos a ver qué es lo que está pasando, descubriremos que un defecto
nuestro nacido de ayer, o de anteayer, o de quién sabe qué tiempo atrás, o tal
vez de otras existencias, se ha reflejado en aquélla persona y por eso
"nos cae tan gorda". He ahí lo que es la antipatía mecánica: absurda
en un ciento por ciento.
Nosotros necesitamos
aprender a vivir políticamente. El ser humano, ante todo, es un ente político,
un "animal político", y el mismo hombre es un "hombre
político". Si uno no sabe vivir políticamente, se crea problemas en la
vida. Uno tiene que aprender a vivir políticamente, y en vez de sentir antipatías
mecánicas, vale la pena que nos investiguemos a sí mismos.
Sí, en verdad que
proyectamos nuestros propios defectos psicológicos sobre los demás. ¿Por qué
juzgamos equivocadamente al prójimo? ¿Por qué todos tenemos tendencia a ver en
el prójimo toda clase de defectos? Sencillamente porque proyectamos en el
prójimo nuestros propios defectos, los juzgamos equivocadamente; suponemos que
fulano es "así" o "asá", y resulta que ni es
"así" ni es "asá": es completamente diferente, y nuestro
juicio resulta equivocado, falso; vemos los hechos ajenos y tenemos la intensa
tendencia a interpretarlos erróneamente.
Nunca somos capaces
de ver los hechos ajenos con ecuanimidad, con serenidad; siempre los
calificamos equivocadamente. Recuerden ustedes que hay mucha virtud en los
malvados y que hay mucha maldad en los virtuosos.
Los defectos que
cargamos en nuestro interior, nos vuelven injustos para con el prójimo.
Nosotros nos amargamos a sí mismos la vida con nuestros propios defectos, y lo
más grave: se la amargamos a los demás.
El defecto de los
celos por ejemplo, ¿cuánto daño ha hecho? Existen celos políticos, existen
celos de tipo religioso, celos de tipo profesional, celos pasionarios o
vulgares del hombre por la mujer, de la mujer por el hombre, etc., etc., etc.
Ese es un "yo", el "yo" de los celos, y es ciego, no sabe
de lógica, no sabe de razonamientos, no entiende nada de ciencia, ni escucha
razones.
¿Cuántos casos de
muerte se ven por los celos? Los celos profesionales, ¿cuanto daño hacen?
Algunos curanderos magníficos, que sabían sanar de nuestras enfermedades al
prójimo, magníficos botánicos, muchas veces fueron a dar a la cárcel. ¿Quién
los metió en prisión, si no estaban haciendo mal a nadie, si sólo sanaban al
prójimo? ¡Los celos profesionales! ¿De quién? De sus colegas titulados.
En el campo
profesionista, los celos parecen multiplicarse espantosamente, en círculos y
círculos: círculo artístico, círculo político, círculo religioso, etc., pero en
cada círculo hay terribles celos, espantosos.
Sufren los celosos y
hacen sufrir también a sus semejantes; los celos han causado mucho daño, es
gravísimo. Y si eso decimos de los celos, ¿qué diremos nosotros de todos los
otros defectos que tenemos?
Ahora, las
apariencias engañan. Muchas veces juzgamos un acto ajeno en forma equivocada,
de acuerdo a nuestros Egos, y el resultado viene a ser precisamente la
calumnia. Y todos calumniamos a todos, ¡eso está ya demostrado!
Hay tendencia
siempre, a dejarnos llevar de las apariencias. Determinado acto puede ser
juzgado en una forma, y la realidad correspondiente al mismo, es otra. Un hecho
cualquiera podría ser juzgado en determinada forma y de cierto modo, y no
coincidir el juicio con el hecho, porque resulta que el hecho tiene otro
sentido, diferente al juicio, y entonces el juicio sale equivocado. Al haber
juicio equivocado, se ofende al prójimo, y quien emite el juicio equivocado
también se ofende a sí mismo, se causa dolor.
Saber vivir es muy
difícil, porque vivimos en un mundo de apariencias, ilusorio, y tenemos la
tendencia a identificarnos con las apariencias, olvidando lo esencial, que es
el Ser, ¡he ahí lo grave!
En nosotros, dentro
de nosotros, existen factores psicológicos espantosos, que ignoramos y que
jamás admitiríamos tener. Ante todo deben recordar ustedes que el
"yo" no es algo dijéramos perenne; que el "yo" es una suma
y también una resta, una multiplicación y una división de "elementos
inhumanos"; cada "elemento" de esos es un "yo".
Así, pues, no tenemos
un solo "yo", tenemos muchos "yoes". Nuestro "yo"
es pluralizado, no singularizado, y eso es algo que ustedes deben comprender,
porque existe el "yo temo", el "yo amo", el "yo
odio", el "yo envidio", el "yo tengo celos", el
"yo tengo coraje", etc., etc., etc. Cada uno de esos "yoes"
tiene tres cerebros: el Intelectual, ubicado en la cabeza; el Emocional, en el
corazón, y el Motor-Instintivo-Sexual en la espina dorsal y en los órganos
sexuales cada uno de esos "yoes", es una persona diferente.
Así pues, tenemos
muchas personas viviendo dentro de nuestra persona. Lo más grave es que nuestra
Conciencia lo más digno, lo más decente que hay en nosotros, está embotellada
entre todas esas personas internas que cargamos. Y se procesa la Conciencia en
esa forma, de modo subconsciente, en virtud de su propio condicionamiento; es decir
está dormida, y he ahí lo grave.
Si tenemos la
Conciencia dormida, ¿cómo podríamos en verdad, conocernos a sí mismos? Ahora,
¿creen acaso, ustedes, que alguien que no se conoce a sí mismo, puede conocer a
los demás? Si a sí mismos no nos conocemos, ¿cómo podríamos afirmar, nosotros,
que conocemos a los demás, que conocemos a nuestros amigos, que conocemos a las
gentes? Si queremos conocer a los demás, hemos de empezar por conocernos a sí
mismos. Mas somos necios: no conociéndonos a sí mismos, creemos que conocemos a
los demás. ¡Cuán necios somos, cuán absurdos! Si nos conociéramos a sí mismos,
todo sería distinto. Desgraciadamente, no nos conocemos a sí mismos.
Si un hombre no se
conoce a sí mismo, si no conoce sus propios mundos internos, ¿cómo podría
conocer los mundos internos del planeta Tierra, o cómo podría conocer los
mundos internos del Sistema Solar, o de la Galaxia en que vivimos? Si alguien
quiere conocer los mundos internos de la Tierra, del Sistema Solar o de la
Galaxia, o de las Galaxias, debe empezar por conocer sus propios mundos
internos, empezar por conocerse a sí mismo.
Más, ¿cómo podríamos
conocernos a sí mismos, si no dirigimos jamás la Inteligencia hacia adentro,
hacia el interior; si no nos acordamos nunca de nosotros mismos, debido a que
estamos identificados, precisamente con las apariencias de la vida? ¿Cómo
podríamos conocernos a sí mismos, si jamás dirigimos la Inteligencia hacia
adentro, debido a que estamos fascinados por los distintos eventos, sucesos,
acontecimientos que llegan a nosotros? ¿Cómo podríamos conocernos a sí mismos,
si nunca dirigimos la Conciencia hacia adentro, debido a que los múltiples
problemas de la existencia nos tienen atrapados? Los vemos insolubles, creemos
que son eternos, no nos damos cuenta que tienen un principio y que tienen un
fin.
Nosotros estamos
atrapados por lo que es inestable, por lo que no tiene verdadera realidad.
Estamos metidos dentro de una máquina que gira incesantemente, juzgamos a los
demás de acuerdo a como somos, ¡he ahí tantos y tantos errores!, y no coinciden
nuestros juicios con los eventos que mal interpretamos, sean éstos propios o
ajenos.
Obviamente, estamos
metidos dentro de una máquina que gira incesantemente, pero andamos sonámbulos,
inconscientes, dormidos; nada sabemos sobre sí mismos, porque nunca nos
acordamos de sí mismos, de nuestro propio Ser; tenemos la mente demasiado
ocupada en las cosas ilusorias, en lo que es pasajero.
Nosotros debemos
buscar la Auto-Realización Intima del Ser, no vivir más como autómatas; debemos
vivir en estado de alerta percepción, de alerta novedad.
¡Estamos en un
"estado de coma" espantoso! Reflexionen en esto:
Primero, no nos
conocemos a sí mismos.
Segundo, proyectamos
nuestros defectos psicológicos sobre los demás, y vemos en los demás nuestros
propios defectos.
Tercero, juzgamos
equivocadamente las acciones de los demás.
Cuarto, tales
acciones no coinciden con el juicio que nosotros emitimos.
Quinto, el juicio que
nosotros emitimos, es en verdad el propio defecto psicológico que sobre el
prójimo hemos proyectado.
Conclusión: el
prójimo nos está sirviendo de espejo, pero nosotros no nos damos cuenta, en
nuestra inconsciencia, de que el prójimo está únicamente reflejando nuestros
propios defectos, nuestro propio "yo" psicológico. El prójimo es un
espejo donde nosotros nos reflejamos, más no comprendemos que el reflejo que
hay en el espejo es nuestro propio reflejo; ni siquiera nos damos cuenta de que
nos estamos reflejando en el prójimo. Antes bien, estamos tan identificados con
el evento, con el suceso, con las circunstancias, que ni remotamente se nos
ocurre reflexionar en todas estas cuestiones y vivimos en un estado de
fascinación, de inconsciencia, de sueño psicológico.
Si en estos asuntos
de la vida práctica, terrenales diríamos, andamos tan inconscientes, ¿qué
podríamos decir nosotros con respecto a las cosas celestiales? En verdad que
podríamos mal interpretar todos los postulados de la Ciencia Hermética;
podríamos mal interpretar, debido a nuestros juicios erróneos, las actitudes de
los otros Iniciados, la vida de los Adeptos, etc. Podríamos mal interpretar,
debido a nuestro estado de inconsciencia, hasta el mismo Drama Cósmico, y
obviamente el Drama Cósmico, tal como está estipulado en los Cuatro Evangelios,
ha sido mal interpretado.
¿Por qué podríamos
interpretar erróneamente la vida de los Adeptos de la Blanca Hermandad, o por
qué podríamos mal interpretar el Drama Cósmico, o por qué podríamos mal
interpretar los postulados de la Sabiduría Hermética, etc.? Por un solo motivo:
porque nuestro juicio no es libre, es un juicio condicionado por nuestros
propios defectos. Nuestro juicio es el resultado del embotellamiento
psicológico en el que nos hallamos; nuestro juicio es, dijéramos, la proyección
de nuestros propios defectos.
Proyectamos nuestros
defectos sobre los Cuatro Evangelios, proyectamos sobre los postulados de la
Ciencia Hermética, los proyectamos sobre los actos de los Iniciados, sobre la
vida de los Adeptos, etc. Así es que, también para las cosas celestiales no estamos
preparados. Proyectamos, y una mente que proyecta sus propios errores, no es
una mente libre, no es una mente que pueda aprehender, capturar la realidad de
las cosas, la realidad de los fenómenos, de los hechos, de las circunstancias
que por todas partes nos rodean. Una mente así, si no sirve para comprender las
cosas terrenales, ¿cómo serviría para entender la vida de los grandes
Iniciados, las cosas celestiales? Incuestionablemente fallaría, porque si lo
terrenal no lo puede entender, mucho menos lo celestial.
Así que, creo yo que
lo vital, en la vida, es no dejarnos llevar por las apariencias, no dejarnos
capturar por los eventos, por las circunstancias. Antes bien, estar alertas
para descubrir en tales eventos, nuestros propios defectos de tipo psicológico.
Cada circunstancia de
la vida, ya sea ésta en la casa, en la calle, y en donde sea, nos brinda
maravillosas oportunidades, que si estamos alertas y vigilantes, como el vigía
en época de guerra, logramos aprehender nuestros propios defectos, que se
proyectan sobre el prójimo.
El prójimo es el
espejo donde podemos ver nuestros mismos defectos. Si vamos por la calle y
vemos a un ebrio, a un borrachito, ¿qué hacemos? ¿Por qué burlarnos del
borrachito? Antes bien, decir: "¡Ahí voy yo!" "¡Vea, ese borracho
soy yo; vea como hago de pantomimas, cuán cómico estoy¡" "¡Ese soy
yo, ahí voy...!".
Debemos aprender a
vernos en los demás. Si descubrimos allá a un individuo que truena y
relampaguea que rasga sus vestiduras como Caifás, debemos decir: "¡He ahí
yo, ahí estoy, sí, cuán iracundo soy, como rasgo mis vestiduras, como blasfemo,
ese soy yo!"
En verdad estamos
reflejándonos sobre los demás, en el prójimo nos estamos reflejando.
Claro, podrían
ustedes decirme, en forma enfática, o tal vez objetarme: "¡No, yo no soy
ladrón, yo no soy un asaltador de casas; yo no me subiría jamás a la azotea a
meterme en una casa ajena, para robarme los dineros o las joyas"... Eso
dirían, ¿verdad? Juzgaríamos al ladrón diciendo: "¡Ladrón es, y a la
cárcel con él!" Mas sucede que dentro de nosotros, también existe el
"yo" ladrón. No lo conocemos, no lo hemos descubierto, pero existe.
Ahí sí es como dijo
Galileo: "Pur se muove, se muove" (es decir, "pero se mueve, se
mueve"). Cuando a Galileo le preguntaron: "¿Jura usted que la Tierra
no es redonda y no se mueve?", entonces dijo: "¡Lo juro, pur se
muove, se muove!" (es decir, "lo juro, pero se mueve, se
mueve"). Así dijo Galileo, y se evitó que lo quemaran vivo en la hoguera
de la Inquisición.
Así podemos decir que
nosotros no tenemos el "yo" del robo. Habrá entre ustedes personas
tan honradas que sean incapaces de quitarle "un quinto" a nadie, y
sin embargo tienen el "yo" del robo increíble, pero cierto; algún día
lo descubrirán.
¿Quién podría pensar
que por ejemplo, una dama virtuosa, magnífica esposa, por ejemplo tenga un
"yo" de prostitución? ¡Imposible! O no vamos tan allá: pensemos en
una niña pequeña, que es todavía más escandaloso. ¿Que una niña de doce años,
inocente, bien criada religiosamente, tenga el "yo" del prostíbulo?
¡Es algo que causa asco! Dirían ustedes: "¡Imposible, absurdo!" Más,
sí puede ser.
Recuerden también
ustedes, que así como hay una luna allá arriba brillando entre el firmamento y
que tiene dos caras: una, para iluminar la noche, y hay otra escondida, oculta,
que nunca se ve, así también hay una Luna Psicológica dentro de cada uno de
nosotros con dos caras: la que se ve y la que no se ve, la manifiesta y la
oculta.
En la cara manifiesta
de esa Luna Psicológica, tenemos los defectos que a simple vista resaltan: ira,
codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula, etc., y "otras tantas
hierbas más". Pero tras de esa Luna Psicológica, tras de esa cara que a
simple vista se ve, existe la parte oculta, la que no se ve. Allí tenemos
defectos que ignorábamos, allí todos resultamos magos negros, allí todos
resultamos hechiceros, brujos, allí resultamos ladrones, allí las damas más
aristocráticas resultan prostitutas, etc., etc., etc.
En esa cara oculta de
la Luna que no se ve, de la Luna Psicológica hay "yoes" de
prostitución, hay "yoes" de adulterio, hay "yoes" de
asesinato hay "yoes" de robo, etc., "yoes" que normalmente
ignoramos, porque si alguien nos dijera que nosotros tenemos tal o cual
"yo" de esos, nos ofenderíamos, no aceptaríamos de ninguna manera,
más sí los tenemos.
Si a un santo del
Nirvana se le dijese que él tiene todavía "yoes" del asesinato, de la
prostitución o del robo, se le ofendería terriblemente. El santo nos bendeciría
dulcemente diciendo: "¡Que Dios te perdone, hijo mío; estás perdonado, no
guardo rencor contra ti, pero sé, hijo mío, que yo no tengo nada de eso!"
Así diría aquel santo del Nirvana. ¿Por qué? Porque no es más que un santo. En
esa forma, aquel santo detiene su avance hacia el Eterno Padre Cósmico Común. Y
muchos son los santos que así están detenidos en su avance; porque, en verdad,
aunque sean del Nirvana, en la cara oculta de la Luna que no se ve, en esa cara
oculta de la Luna Psicológica, cargan todos esos "yoes", y esto es lo
que no entienden muchos. Esto es en verdad lo grave: todos tenemos tendencia a
justificarnos, a dejarnos llevar por las apariencias.
En cuanto a lo que a
mí se refiere, ni soy santo ni me interesa ser santo. ¿Por qué no me interesa
ser santo? Porque me detendría en mi progreso esotérico. Sé muy bien que en la
parte oculta de mi Luna Psicológica, tienen que existir indubitablemente,
existen "yoes" de tiempos antiguos, escondidos entre las tinieblas.
Eso lo sé, y sé
también que sólo penetrando heroicamente con la espada en la mano, en esa zona de
nuestra Luna Psicológica, podremos en realidad de verdad eliminar tales
defectos, más esto es muy avanzado.
Normalmente, las
gentes pueden eliminar los defectos de esa parte de la Luna Psicológica, esos
defectos que resaltan, que a simple vista se ven. Ya cuando se trata de
penetrar en la parte oculta de la Luna Psicológica, en la parte escondida, pues
se requiere de un esfuerzo mayor. Eso pertenece ya a la "Iniciación de
Judas", corresponde a la Pasión por el Señor. Nadie podría penetrar en
esas zonas, si no empuñara la Lanza en la "Forja de los Cíclopes", es
decir, en la "Novena Esfera". ¿Misterios? ¡Sí, y muy grandes...!
El santo no llega tan
lejos: se contenta con eliminar los "yoes-defectos" que posee en la
cara visible de su Luna Psicológica. Luego se beatifica, de ahí no pasa y
entonces se estanca. He ahí el motivo por el cual yo no soy santo, ni quiero
ser santo. Unicamente amo la comprensión, y eso es lo fundamental: la
comprensión de sí mismos.
En realidad de
verdad, el Adepto está más allá de los santos. Cuando alguien dijo: "los
santos Maestros", ese alguien está equivocado, porque los Maestros están
más allá de los santos. Primero está el profano, luego el santo y después el
Maestro. El Maestro está más allá de la "esfera de los santos"; en el
Maestro está la sapiencia.
Más, es posible
juzgar equivocadamente a los Maestros, a los Adeptos. Tenemos siempre la
tendencia a proyectar, hasta sobre los Adeptos, nuestros propios defectos de
tipo psicológico. Si juzgamos equivocadamente a los Adeptos, sobre ellos
también lanzamos nuestros juicios equivocados, porque si no es posible juzgar
rectamente los actos del prójimo común y corriente, mucho menos es posible
juzgar los actos de los Adeptos en forma correcta.
Normalmente tenemos
la tendencia a tirar lodo contra los Adeptos. Así como tiramos lodo contra
nuestro prójimo, también tiramos lodo contra los Adeptos de la Blanca
Hermandad. Por eso éstos han sido crucificados, envenenados, metidos en
prisiones, apuñalados, perseguidos.
Es muy difícil juzgar
a un Adepto. Si es casi imposible juzgar al prójimo, mucho menos podríamos
juzgar a un Adepto.
Así que, los invito
esta noche a la reflexión: a no dejarse llevar jamás de las apariencias, porque
las apariencias engañan; a no endilgar nuestros defectos a nadie.
Y hasta aquí mis
palabras. ¡Paz Inverencial!
Conferencia por el V.M. Samael
No hay comentarios.:
Publicar un comentario