domingo, 19 de febrero de 2012

EL RECUERDI DE SI 2da Parte.



El RECUERDO DE SI

Dice el Venerable Maestro Samael Aun Weor: “Quien quiera despertar Conciencia debe practicar, de momento en momento, la íntima recordación de sí mismo”.

Por tanto, debemos ser conscientes de que quien se olvida de sí mismo, proseguirá con la Conciencia dormida y, consecuentemente, potenciando las representaciones que favorecen la identificación y la fascinación. El recuerdo de sí constituye un método que lleva implícito la no identificación , y, precisamente por esa condición, representa el punto de partida del trabajo interior.

Puede definirse el recuerdo del Ser como el regreso a nuestra Conciencia, o como el estado de concentración íntima, al tiempo que se cumplimentan las diferentes actividades de nuestra existencia. Lo anterior implica percatarse, consciente y plenamente, de todos los procesos subconscientes del ego. Más aún, sería vivir conscientemente la totalidad de la existencia, incluidas las actividades más ordinarias, espiritualizando o consagrando toda nuestra existencia a lo Vertical30.

La íntima recordación de sí mismo, en sentido estricto, sólo puede darse cuando la persona se haya, en forma natural y espontánea, sin interferencias mentales de ninguna clase, en ejercicio del Tercer Estado de Conciencia.

Y, siguiendo con su revelación el Maestro nos dice:

¿Cuál sería el correcto modo de proceder para no olvidarse jamás de sí mismo? En realidad, sólo mediante la perfecta relación entre la Conciencia, el cuerpo y el ambiente externo, se logra ese sabor maravilloso del Espíritu y esa conducta auténtica del que jamás se olvida de sí mismo.  La Conciencia, el cuerpo y el ambiente externo absolutamente equilibrados permiten, en realidad de verdad, mantener cierta relación maravillosa que indica con precisión exacta a aquél que jamás se olvida de sí mismo

Por tanto, se observa que el recuerdo de sí constituye la característica peculiar y continua del trabajo interno. El Maestro señala que este ejercicio resulta indispensable y urgente para el despertar de la Conciencia. Tal es así que, a mayor abundamiento, nos señala que el no recordarse a sí mismo es la “causa causorum de toda la ignorancia humana.”

En sentido práctico, el recuerdo de sí constituye el ineludible esfuerzo por regresar, contrariamente a los dictados de nuestra tendencia habitual, hacia el Real Ser. No puede realizarse, por lo tanto, como un hecho mecánico, sino que, necesariamente, debe constituir un estado de atención exaltada, hasta tal punto que cambia nuestro mismo concepto respecto a la existencia.

Como se ha indicado más arriba, el recuerdo de sí, el sentirse Ser, al igual que la auto observación, la oración y la muerte mística constituye una vivencia del Tercer Estado de Conciencia. Como señala el Maestro “es un estado nuevo que sólo se conoce a través de la experiencia directa.” Y es por ello que, quizá, resulte más difícil explicar con palabras la sensación percibida que su puesta en práctica.

Por consiguiente, se observa que la recordación de sí,
rigurosamente practicada, constituye más un sentir que un recordar, más que un percibir, más que un análisis íntimo, pues, esencialmente, representa algo relajado, nuevo a cada instante. El esfuerzo psicológico por no caer en el olvido de sí, por no ceder ante la identificación, procura una transformación radical del momento dado. Cuanto más frecuentes sean los episodios de recuerdo de sí y mayor profundidad alcancen, en su expresión, mayor transformación en la existencia se producirá.
   
Como se ha visto, la recordación de sí mismo, independientemente de otras muchas ventajas, ya nos libra de la identificación con las circunstancias de nuestra existencia. Quien sea capaz de vivir en este estado, de instante en instante, no será presa de los sucesos, agradables o desagradables, por cuanto sabrá transformar sus reacciones mecánicas.

Resulta preciso sellarse herméticamente para que la Conciencia y que la vida no se confundan  en la identificación. Sellarse herméticamente, ‘aislarse’, o anteponer la Conciencia, no es otra cosa que impedir que las circunstancias, las personas, etc., nos vampiricen nuestra energía. Ello sólo se logra si no nos olvidamos jamás de nuestro Real Ser.

No cabe duda de que tanto las prácticas incipientes, como las más avanzadas, requieren una adecuada concentración y una percepción unitotal y consciente del acto en cuestión. De igual forma, el recuerdo de sí ha de realizarse en la totalidad de las situaciones del día ordinario: familia, trabajo, urbanidad, etc., con la plena atención e interés señalados.

El recuerdo de sí permite vivir alerta, ante los defectos psicológicos que afloran ante esas circunstancias externas,  sin perder de vista, eso sí, que las impresiones y los eventos son pasajeros. Debemos recordar que el Deber Parlock del Ser consiste en hacerse plenamente consciente de las impresiones que nos llegan del exterior.

Todos podemos haber experimentado, o cuando menos suponer, que, en presencia del Ser, resulta imposible que se manifieste el ego, debido a que son cualidades excluyentes. Quiere decirse, con ello, que el ego se manifiesta únicamente por el alejamiento que mantenemos con respecto a nuestro Real Ser. El Maestro nos indica: “Cuando el Padre se aleja, el hijo cae en desgracia.” Nos atrevemos a manifestar que, en ese caso, el hijo está perdido y derrotado. Y
sólo la humilde y sincera imploración puede conceder otra nueva oportunidad de regeneración.

A no dudar que, si nos esforzamos, recibiremos ayuda. Curiosamente, cuanto más nos acordemos de nuestro Real Ser, nos volvemos, en forma espontánea y natural, más capaces de acordarnos de Él. Y esto puede considerarse al gradual desarrollo del Sentido Espacial, el funcionalismo de la Conciencia despierta. Como se apuntó más atrás, la íntima recordación de sí mismo, de momento en momento, junto con la autobservación, desarrolla el Sentido Espacial, que incluye, de por sí, los sentidos de la vista, oído, olfato, gusto, tacto, etc.

El testimonio de varios hermanos ratifica que la aplicación comprensiva de esta técnica, y su ejecución, provocó un notorio avance en sus experiencias internas, incluso ya en la propia fase inicial de su puesta en práctica.

Primero que nada se debe aprender a ser, a descubrirse en el Ser. Debemos dejar que el Ser aflore, que se haga presente en nuestro
estado psicológico. Recordemos que el Maestro Samael indicaba lo increíble del hecho del olvido de sí mismo, incluso cuando el estudiante se encuentra en autobservación.

Por tanto, no debemos olvidar que el trabajo se debe efectuar siempre de la mano de nuestra Madre Divina. Ella conoce la tarea, el fin y la técnica apropiados para hacer efectivo el trabajo. Ella nos asiste continuamente y, sólo a condición de implorar, humilde y sinceramente, su ayuda, nos ilumina. Por consiguiente, debemos aprender a caminar siempre con el auto recuerdo de sí, siempre de la mano de nuestra Madre Divina Kundalini, lo que supone generar una situación en la que ya se dificulta la misma manifestación del ego.

Teniendo presente lo anterior, la primera sensación ha de proceder de la ineludible necesidad del recuerdo de sí. No debemos olvidar que, sin este estado, resulta imposible practicar rigurosamente la autobservación, puesto que sólo el reconocimiento propio, de instante en instante, permite la correcta aplicación de la clave SOL. Por ello, Samael nos aconseja relajarnos todo cuanto podamos, a lo largo del día, a fin de que el Ser, llegando a nosotros, se manifieste en nuestro estado psicológico y que, de esta forma, podamos recibir su Luz.

En efecto, sin la sensación de ser aquí y ahora, e n recordación total, no existirá autobservación en sentido estricto y fructífero pues, en ese supuesto, ni se percibe con objetividad, ni se transforman las impresiones. En ese negativo estado, olvidándose de sí misma, es cuando la persona se encuentra con propensión a cometer sus errores.

Uno de los primeros interrogantes que surgen por parte de las personas que inician esta labor es: “¿qué se experimenta con las primeras sensaciones del recuerdo de sí?” Sin la pretensión de sugestionar a nadie, se puede contestar que, sin pretender ni desear nada, se debe captar, experimentar, la sensación de ser aquí y ahora. Existen diversas señales que nos pueden indicar el grado de hipnotismo y de mecanicidad con que se desenvuelven nuestros sentidos ordinariamente. En este mismo instante:

¿Estamos conscientes de nuestro cuerpo físico?

¿Somos conscientes de nuestra postura corporal?

¿Somos conscientes del ritmo de la respiración?

¿Estamos activos en la percepción, o permanecemos pasivos?

¿Vemos los colores que se presentan ante nuestros sentidos?

¿Escuchamos los sonidos que se emiten a nuestro alrededor?

¿Olfateamos el aire que respiramos?

¿Percibimos el gusto de los alimentos que comemos?

¿Detectamos las sensaciones de nuestra piel?

¿Percibimos alguna tensión en nuestro organismo físico?

¿Nos percatamos, en este instante, de nuestro estado de ánimo interior?, etc.

Evidentemente, existirán situaciones en que los focos de atención y las impresiones serán más o menos numerosas, incluso en mayor número que las señaladas anteriormente. Pero, con la práctica, pueden llegar a percibirse, sino la totalidad, a gran parte de las preguntas enumeradas u otras similares que podrían citarse.

Para recibir con mayor facilidad todas las impresiones sensoriales: colores; luces; sombras; sonidos, lejanos o cercanos; calor o frío; ropa; olores; gustar con el paladar los
alimentos que digerimos, etc., el Maestro nos señala que: "Resulta altamente importante adoptar una posición pasiva de atención total."

Fruto de la experiencia compartida por algunos hermanos,
ofrecemos una serie de trucos o ayudas prácticas que han facilitado, en la práctica, la recordación de sí por medio de un choque consciente, ante las situaciones que se señalan:

*    al despertarnos.

*    al levantarnos de nuestro lecho.

*    antes de bendecir los alimentos que ingerimos.

*    ante la ocurrencia de un evento que previamente presumíamos que aconteciera.
*    al cruzar el umbral de una puerta, adelantando la pierna derecha.

*    al iniciar el ascenso de unas escaleras, igualmente iniciado con la pierna derecha.

*    ante el hecho de subirnos a nuestro automóvil, transporte público, etc.

*    al inicio de los saludos previos o posteriores de cortesía, al encontrarnos, o entablar o concluir una conversación, con alguna persona, conocida o desconocida. En aplicación del contexto en que ahora nos movemos, también ante la recepción de aportes de determinados hermanos que nos resulten agradables, incómodos, etc.

*    cuando se manifieste el ego concreto que estamos observando y estudiando, o su encubridor.
Esto nos puede permitir aprovecharnos, precisamente, de la identificación de la que ese demonio pretendía valerse.

*    al volver conscientes, en forma requerida, determinados actos como mover las manos abriendo y cerrando repetidamente el puño, en forma desigual (unas veces rápido, otra s veces lento, con mayor o menor presión y fuerza), siempre que la ocasión lo permita (al caminar, estando sentados, etc.).

*    al adoptar voluntariamente posturas extrañas, también con la pertinente discreción, en forma momentánea, mientras estamos incorporados, sentados, acostados, etc.

*    al caminar, respirar, comer, etc., rompiendo el ritmo y la pauta que se establece instintivamente.

*    al obligarse, asociando el “beep” de algún instrumento electrónico (reloj, ordenador, etc.), cada hora, a recordarse a sí mismo.

*    al cumplimentar, en forma desacostumbrada, las actividades rutinarias: dar rodeos en el camino, hacer pausas conscientes, etc.

*    antes de toda oración, o toda práctica, al realizar las respiraciones de relajación, etc. Nunca debemos iniciar nuestras prácticas u oraciones sin la necesaria toma de conciencia de sí mismo.

*    al asociar la sensación de hambre, durante la práctica de un ayuno, al recuerdo de sí. Esto vale también ante la detección de la inminente identificación que se iba a desencadenar.

*    al dedicar, al menos, unos minutos diarios de silencio interior en honor a nuestro Real Ser.

*    al obligarnos a anotar en un papel los eventos en que, por una u otra razón, nos hemos recordado a sí mismos.

*    al entrar en contacto con la naturaleza, por cuanto este solo hecho ya evoca al Ser.

*    al acostarnos.

*    antes de entregarnos al sueño38.

Después de efectuar un acto de los enumerados, u otro similar, debe proseguirse con la respiración consciente a fin de alargar ese estado que, generalmente, suele resultar muy breve y efímero.

No obstante lo anterior, se debe señalar el gran cuidado que debe tenerse con estos u otros trucos porque ellos mismos, debido a nuestra tendencia mecánica, tienden a volverse hábitos inconscientes. Esto podría aconsejar variar, cada pocos días, de unos a otros, a fin de evitar la rutina que, a poco que nos descuidemos, volverá a instalarse en nuestra conducta.

Existe un ejercicio específico de meditación que persigue tomar conciencia de sí mismo, al tiempo que hacer ver al ego lo pequeño que es para que, de esta forma, se retire de nuestro espacio psicológico. Esta práctica nos permite posicionarnos en nuestra Esencia para poder analizar nuestros yoes. El ego, creyéndose el centro del universo, sólo se retira cuando, por no soportar la realidad de verse minúsculo e insignificante, resulta altamente impresionado. Esta práctica es aquella en que, progresivamente, nos vamos visualizando en relación con nuestro cuerpo; con nuestro cuarto o vivienda; con el edificio donde ésta se ubica; con la ciudad radica; con la región, con el país, con el continente, con el planeta, con la galaxia...

Según se ha expuesto, tal como se podrá verificar en la práctica, mantenerse despierto, de momento en momento, es sumamente difícil, pero resulta indispensable, pues necesitamos, con gran urgencia, auto recordarnos en presencia de toda representación, y, especialmente, ante aquellas que puedan fascinarnos con mayor probabilidad.

Con el ejercicio de este hábito, se irá desarrollando, gradualmente, la pericia para recordar el mismo punto donde determinado pensamiento nos sumió en una nueva laguna de Conciencia. Con dicho desarrollo inicial, que podría considerarse una autobservación retardada, ya estaremos en condiciones más favorables para abordar la autobservación propiamente dicha, la división de la atención, cuestión que analizamos seguidamente.

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